La práctica artística que desarrollo gira en torno a la pintura y la escultura, disciplinas que empleo para reinterpretar el posicionamiento del hombre frente a la naturaleza desde una perspectiva que hibrida las tradiciones filosóficas occidental y oriental. El punto de partida es invertir los roles de poder en el proceso artístico utilizando como medios los ciclos naturales, paradigmas de lo infraleve, así como los mecanismos físicos que desencadenan la percepción del color. De este modo, el poder de construcción de las obras ya no reside en las manos del artista sino en los ciclos naturales. Se establece así una manera de interactuar con la naturaleza a través de encuentros colaborativos en los que el hombre se adapta necesariamente a los tempos y ritmos del medio natural.
La pintura emplea como medios la luz del sol y el paso del tiempo. Se trata de una práctica pictórica que se construye a través de la destrucción de los pigmentos de tejidos teñidos al ser expuestos al sol por periodos dilatados.
Las esculturas emplean como medio artístico el ciclo de crecimiento de los árboles. Las raíces se desarrollan en el interior de moldes hasta completar el vaciado de los mismos.
Mi práctica artística entiende al ser humano como una especie que se interrelaciona en conjuntos abiertos de formas de vida y se funde coordinadamente a través de innumerables ritmos temporales. Y todo ello en condiciones de indeterminación y precariedad, es decir, sin la promesa de la estabilidad o certidumbre.