Si me preguntan con qué pinto, yo respondo que con el tiempo. Mis pinturas están realizadas sobre telas de color expuestas al sol durante meses. Las poderosas radiaciones solares van degradando con el paso de los días -muy lentamente- las anilinas que colorean los tejidos en las zonas que no han sido reservadas de la luz. Finalmente, esa combinación de la energía lumínica más potente y un tiempo ultradilatado revelan una imagen, que es la huella en las telas de máscaras de vinilo o de pliegues efectuados previamente. El propio proceso pictorico funciona como una metáfora del exceso y la insultante riqueza de las sociedades de consumo.
Esta pintura, en la que el proceso de revelado se dilata de forma hiperbólica, es también una invitación a reflexionar sobre el tiempo y el uso que hacemos del bien intangible más preciado.
También es una forma de pintar que encierra la lección tantas veces repetida por el arte de que lo negativo (el sol estropea los colores de la ropa) no es más que un punto de vista y que lo considerado inútil, puede perfectamente encontrar un lugar en el universo de lo útil.